… a distancia,
siempre lejos,
aunque esté cerca;
sin comunión,
aunque te vea,
aunque te escuche,
no podemos abrazarnos…
… Tú y yo, y ellos:
¡Señor, ten piedad!…
… un por ciento sumergido,
de mis creaciones y encuentros,
se desvía para amortizar
los intereses de mis seducciones…
… cauteriza, Señor, ese capilar
por donde pierdo la sangre
que Tú me has regalado
para otros corazones…
… Tú y yo, y ellos:
¡Cristo, ten piedad!…
… un por ciento ajeno
de los que se acercan a mí,
paga la cuota robada
para calmar mis vacíos…
… sella Tú esa grieta mía
que succiona a los hermanos
como boca voraz
el vino de sus quebrantos…
… Tú y yo, y ellos:
¡Señor, ten piedad!…
… dame ser agradecido,
más con obras que con palabras,
que no basta con dar las gracias
sin dar lo que las merecen…
… una vida sin gratitud,
es una vida sin gratuidad,
aislada y seca y amarga…
“… ¿ninguno volvió a dar gracias a Dios,
sino este extranjero?’;
y (Jesús) agregó: ‘levántate y vete,
tu fe te ha salvado’…” (Lucas 17,18-19)
(… la “rosa sin por qué” es agradecida en todo y con todo porque vive de la gratuidad… con el Evangelio de hoy, San Lucas 17,11-19…)