Hasta tu Corazón llega

… hasta tu Corazón llega, Señor,
la soledad de los ancianos,
abuelos olvidados,
mayores maltratados…

… ¡tanta vida entregada!,
¡tantas esperanzas amputadas!,
¡tanta historia vivida no escrita!
¡tanta ingratitud callada y soportada!…

… y, sin embargo, ¡ellos, aún, sueñan!…
… aún esperan con sus manos temblorosas,
aún esperan con sus miradas perdidas,
aún esperan con sus pies entumecidos…

… ingratitud, Señor que se adentra
hasta el cielo de tu Corazón,
y ahí buscan un espacio
donde reclinar sus cabezas…

… ¡humaradas de vidas quemadas!,
¡angustias de almohadas sin testigos!,
¡quejidos de brasas que se agotan!,
¡ríos de lágrimas que se evaporan!…

… tantas vidas similares y distintas,
¿no te han amargado el amanecer, Señor?,
¿no han lastrado con desencanto
el vuelo creador de tu Espíritu?…

… ellos hoy, nosotros mañana,
¡insondable Amor tan golpeado,
Tú acoges cada soledad humana,
Tú enjugas las lágrimas…

… en el hueco de nuestras llagas,
¡Tú siembras de noche
semillas de alegría y paz
semillas de ternura y acción de gracias!…

“… en la vejez,
seguirán dando fruto…”
(Salmo 92,15)

(… la “rosa sin porqué” se rinde ante la gratuidad descomunal, alegre y sufrida, de los abuelos… con el Evangelio de la Memoria de los santos Joaquín y Ana, padres de la bienaventurada Virgen María, San Mateo 13,16-17…)