Quisiera

… quisiera
haber estado esa tarde,
junto a mis amigos,
cuando de improviso,
te hiciste presente,
para compartir tu paz resucitada…

… quisiera
poder creer lo que me contaron,
que estás vivo y que te vieron,
pero si no te toco con mis manos,
si yo no tengo la experiencia,
será cierto para otros, no para mí…

… ¿qué necesidad arrogante
me acompaña y me distancia,
me encierra y oscurece,
es ésta de contar con las certezas
corroboradas por mi aprobación
más pobre que cualquier confianza?…

… quisiera pegar el oído
a la piedra dura
para escuchar tu latido;
descorrer la cortina
de los ojos ajenos,
para ver cómo me miras…

… quisiera estrechar la piel curtida
de la mano agrietada
para palpar tu cercanía;
percibir el anhelo
de la noche perfumada
para oler cómo respiras…

… quisiera saborear el secreto
de la alegría en sazón
para gustar tu dicha;
estar sentado a tu Mesa
para ser familia eucarística
que comparte y camina unida…

“… Tomas respondió:
‘¡Señor mío y Dios mío!’…” (Juan 20,28)

(… la “rosa sin por qué” vive de y en la presencia de la gratuidad y respira gratuidad… con el Evangelio de hoy, San Juan 20,24-29…)